POR CÉSAR ML. JIMINIÁN
(Fotógrafo División Prensa del Senado)
Al despertar, mi mano buscó la tuya y nos recordé en carretera, comiendo en fondas locales o tomando una “fría” en cualquier colmado hasta que el destino nos llevó a Samaná.
Esta es una tierra de amores y sabores; de un esplendor turístico que la posiciona entre los primeros destinos del país. Con selvas tropicales, playas aisladas de fina arena blanca, danzantes palmeras y cocoteros frente al océano Atlántico, que nos invitan a embarcarnos en el crucero del amor.
El alba llegó y la brisa marina acariciaba nuestros rostros y en medio de tantos colores, busqué el verde de tus ojos, y tu mirada me guio a través de
2.7 millas náuticas al increíble Cayo Levantado (un islote con una extensión
de un kilómetro cuadrado).
Cayo Levantado es ideal para un pasadía increíble porque tiene restaurantes,
tiendas de recuerdos, lugares especiales para la fotografía y, obviamente, la
conjugación perfecta de playa de arena fina, verdes palmeras y un azul
turqués en sus aguas. ¡Paraíso dominicano!
Allí se puede practicar paddle boarding, snorkeling, voleibol de playa, senderismo o simplemente, puedes quedarte en un “chair long” bebiendo piña
colada, fumando un buen puro, recibiendo un masaje o disfrutando de la
gastronomía.! ¡Optamos por hacerlo todo y luego decir adiós!.
Esta vez la brisa era seca y la bachata, nuestro ritmo favorito, nos ambientaba una loca excursión a través de San Francisco de Macorís, Sánchez Ramírez, Hermanas Mirabal, Santiago y Valverde hasta llegar a Punta Rucia en Puerto
Plata.
Horas en carretera que en otra época me hubiese generado ansiedad, las utilizamos para fortalecer lazos, para pasar tiempo en nuestra burbuja, para visitar comunidades olvidadas y para conocernos un poco más.
A la mañana siguiente nos enfrentamos de nuevo al mar, pero esta vez con destino a Cayo Arena, un banco arenoso (como su nombre lo indica) ubicado en medio del océano, a unos 25 minutos en lancha. La transparencia y “el color del agua” facilitan la observación de peces tropicales que juegan entre los bañistas o entre quienes practican snorkeling.
Otros, deciden quedarse en los catamaranes que llegan a la zona o simplemente sentarse en la arena a disfrutar de la vista.
Cayo Arena tiene la particularidad de que su tamaño cambia según la corriente y, al no tener una extensión capaz de albergar a la cantidad de turistas que recibe, las excursiones suelen tener una duración de 30 a 45 minutos.
Nuestros espíritus rebeldes se encontraron frente a frente, tu mirada en la mía y las palabras volando en el viento, mientras nos alejábamos de este tan disputado atractivo de la zona noroeste.
Nuestra excursión incluyó una visita a los manglares de Punta Rucia en la frontera con Montecristi, lo cual nos ofreció paisajes totalmente diferentes de los que minutos antes habíamos visto. Tocamos tierra. Hoy no encontré tu mano, pero guardo conmigo un baúl de recuerdo de nuestras aventuras.
Si bien es cierto que hay que aprender a convivir positivamente con la soledad, un viaje en pareja es una experiencia que recomiendo ya que es un libro de aprendizaje.