CÉSAR ML. JIMINIÁN
Fotógrafo Div. Prensa del Senado
Debo confesar que, así como tengo una lista de países por visitar, también tengo mi “Extreme Bucket list”. Es un listado mental de actividades que prometí hacer antes de “retornar al Padre” (lo sé, algo fatalista).

Yo soy un hombre con los pies en la tierra, pero esta vez necesitaba enfrentarme al mar, sentir la sensación de poder navegarlo, quemar mi piel y descubrir lugares interesantes.
Y no hay mejor lugar para esta batalla (de doble trasfondo) que la hermosa provincia de Puerto Plata, en el norte de la República Dominicana. Para ser preciso, elegí visitar el municipio de Luperón, ideal para actividades turísticas y culturales como: senderismo, camping, visitas arqueológicas, observación de aves, surfing, kayak, entre otras. Y allí estaba yo, como Quijote frente a sus molinos en un inmenso campo, solo que esta vez no eran molinos, sino decenas de veleros y, el inmenso campo era la Bahía de Luperón o de La Gracia.
Mi valiente corcel era un kayak rojo y mi fiel Sancho, mi amigo Pablo Rodríguez, un guía de la comunidad y defensor de la preservación de los recursos naturales.
Luego de escuchar las recomendaciones de Sancho… digo, Pablo, me senté en el kayak, tomé los remos en mis manos y me di cuenta que el miedo me helaba el alma, pero no había vuelta atrás. Luego de unos minutos me vi cruzando entre los enormes veleros que atracan allí. Poco a poco la profundidad me obligó a controlar mi respiración, enfocarme en la meta y evitar a toda costa un ataque de pánico.
Luego de 10 eternos minutos me encontraba sintiendo la corriente del océano Atlántico que golpeaba mi fe y la pequeña embarcación mientras, mi escudero me animaba a seguirle el rastro y llegar a la costa de manglares.
Ya en la primera parada pensé que no era justo perderse ese espectáculo de la naturaleza solo por no enfrentar mis miedos. Tenía esa sensación de miedo y adrenalina mezclada con asombro al sentirme cobijado por los diferentes tipos de mangles que identificamos: rojo, negro y botón.
La aventura no terminaba allí, seguimos remando hasta llegar a playa Chiquita rodeada de unos hermosos acantilados y una espesa vegetación; luego partimos a la parte más lejana de la bahía donde tuve la oportunidad de ver a los discretos y casi extintos manatíes.
Nos quedamos en silencio contemplando la grandiosidad de esta zona al compás de las olas y escuchando el sonido de la fauna. Retomamos la navegación y volvimos a tierra. Diría que fue un recorrido de 40 kms. o más en Kayak y sin duda, algo que voy a repetir próximamente.
El miedo nos limita a vivir grandes aventuras y nos mantiene en una oscura zona de confort, pero hay que luchar contra esos molinos. Me despido con una frase de El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha: “uno de los efectos del miedo es turbar los sentidos y hacer que las cosas no parezcan lo que son…”.