HAITÍ – Una tragedia de dimensiones inimaginables sacude a Haití luego de que la banda criminal “Viv Ansanm”, liderada por Micanor Altès, conocido como “Wa Mikanò”, perpetrara una masacre en el barrio empobrecido de Cité Soleil.
Más de 180 personas, en su mayoría ancianos, fueron brutalmente asesinadas en un acto de venganza que mezcla superstición y violencia desmedida.
Caza de brujas sangrienta
El ataque fue desatado bajo acusaciones infundadas de brujería contra los residentes, a quienes el líder de la banda culpó por la enfermedad de su hijo. Los testimonios de sobrevivientes relatan escenas de terror: víctimas apuñaladas, cuerpos mutilados quemados en las calles y restos arrojados al mar.
“Mi padre fue apuñalado, quemado y luego lanzado al mar. No pude despedirme de él”, narró un familiar entre sollozos, describiendo cómo su comunidad fue arrasada sin intervención de las autoridades.
Control de las bandas y un Estado ausente
Pierre Espérance, director de la Red Nacional para la Defensa de los Derechos Humanos (RNDDH), informó que al menos veinte víctimas han sido identificadas hasta ahora. Sin embargo, se teme que el número real de muertos sea mucho mayor debido a los cuerpos incinerados o desaparecidos.
Las bandas armadas controlan aproximadamente el 85% de Puerto Príncipe, según la ONU, dejando al gobierno haitiano sin capacidad efectiva para proteger a la población o restaurar el orden.
Promesas de justicia y una intervención internacional pendiente
El gobierno haitiano condenó la masacre como un “ataque directo contra la humanidad” y prometió castigar a los responsables. Sin embargo, esta declaración se suma a una larga lista de compromisos incumplidos frente al control absoluto de las bandas en barrios como Cité Soleil.
Mientras tanto, el Consejo de Seguridad de la ONU sigue sin tomar medidas concretas para una intervención internacional, dejando a los ciudadanos atrapados entre la violencia y la inacción estatal.
La vida en un estado de terror
La masacre evidencia no solo la brutalidad de las bandas, sino también un sistema de creencias mortales que justifican estos actos como rituales de poder. “Para ellos, derramar sangre es un medio para protegerse y consolidar su dominio”, explicó un testigo.
En medio de esta crisis, la población haitiana clama por justicia y seguridad, mientras los barrios afectados siguen bajo el yugo de pandillas armadas que imponen la única ley que conocen: la violencia.