SANTO DOMINGO.-El sistema de presas de la República Dominicana constituye un pilar de desarrollo sostenible, integrando energía renovable, agricultura y abastecimiento urbano. Su adecuada gestión conjunta entre el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (Indrhi) y la Empresa de Generación Hidroeléctrica Dominicana (Egehid) permite mantener el equilibrio entre la productividad económica y la protección de los recursos hídricos nacionales.
De acuerdo con estadísticas oficiales, la República Dominicana cuenta con 40 presas distribuidas a lo largo de sus principales cuencas hidrográficas, que se extienden desde las montañas del Cibao hasta los valles del sur. Son infraestructuras que no solo almacenan agua, sino que sustenta el diario vivir de millones de personas.
De esas 40 obras, 16 se localizan en la cuenca del Yaque del Norte, 9 en la del Yuna–Camú, 10 en la del Yaque del Sur y 5 en la del Ozama–Nizao. Su administración recae principalmente en dos instituciones: el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (Indrhi), responsable del 55 por ciento, centrado en riego y agua potable; y la Empresa de Generación Hidroeléctrica Dominicana (Egehid), que gestiona el 45 por ciento, enfocada en la generación de electricidad y mantenimiento de infraestructuras energéticas.
Las presas del país son mucho más que muros de contención. En conjunto, sostienen la vida de los principales valles agrícolas, mitigan inundaciones y proveen cerca del 12 al 14 % de la energía eléctrica nacional a través de unas 20 centrales hidroeléctricas. Obras emblemáticas como:
- Tavera, Bao, López–Angostura, Jigüey, Valdesia, Pinalito, Palomino y la recién inaugurada Monte Grande se han convertido en símbolos del aprovechamiento racional del agua y de la capacidad del país para producir energía limpia.
En el norte, la red de presas del Yaque del Norte es la más extensa y vital para la producción agrícola. Tavera, Bao y López–Angostura forman un sistema interconectado que irriga más de medio millón de tareas de tierra, abastece a Santiago y La Vega, y genera cerca de 114 megavatios de energía. En la misma región, Monción, con 52 megavatios y 360 millones de metros cúbicos de almacenamiento, es otra obra clave que garantiza agua para riego, electricidad y consumo humano en varias provincias del Cibao.
En el centro del país, las presas del Yuna–Camú cumplen una función estratégica. Hatillo, la más grande del Caribe en su tipo, almacena más de 440 millones de metros cúbicos y combina energía, agua potable y riego para 228 mil tareas. Pinalito y Río Blanco, en cambio, aportan cerca de 75 megavatios al sistema eléctrico nacional, mientras que Rincón complementa el abastecimiento de agua a La Vega y Monseñor Nouel.
La región sur también depende del poder del agua. Sabana Yegua, Sabaneta, Palomino y la moderna presa Monte Grande son infraestructuras esenciales para el riego del valle de San Juan y el control de inundaciones. Monte Grande, puesta en operación en 2024, se concibe como una obra multipropósito: riego, acueducto y generación de energía. Con una capacidad de 330 millones de metros cúbicos y una potencia de 13.3 megavatios, se espera que transforme la economía agrícola de Azua, Barahona y Bahoruco.
En la cuenca Ozama–Nizao, el sistema Jigüey–Valdesia–Aguacate abastece de agua a la zona metropolitana de Santo Domingo y produce energía para el Sistema Eléctrico Nacional Interconectado. Solo Valdesia aporta más de ocho metros cúbicos por segundo al acueducto de la capital y riega cerca de 200,000 tareas agrícolas.
La relevancia de estas obras no se limita a la producción energética o agrícola. Cerca de 20 presas del país sirven de fuente directa o indirecta para los acueductos que suministran agua potable a más de cuatro millones de personas. En tiempos de sequía, su papel se vuelve aún más decisivo para mantener el abastecimiento en las principales ciudades.
El Indrhi y la Egehid comparten una responsabilidad estratégica. Mientras el primero regula el uso agrícola del agua y administra los canales de riego, la segunda se encarga de la operación técnica y de la generación hidroeléctrica. Juntas, garantizan el equilibrio entre el aprovechamiento económico y la sostenibilidad ambiental de los recursos hídricos del país.
Más allá de los números, las presas dominicanas representan una apuesta por la seguridad hídrica, la soberanía alimentaria y la transición energética. Son la base de un modelo de desarrollo que integra la gestión del agua con la producción de alimentos y energía, un recurso vital que, bien administrado, asegura el futuro de millones de dominicanos.



