Por José Ricardo Taveras Blanco
Nota dedicada a los huérfanos de la República, hijos del valor irreductible de los héroes del 30 de Mayo.
A propósito de los documentos desclasificados sobre el presidente J. F. Kennedy se ha retomado la teoría de que la Agencia Central de Inteligencia, (CIA), estuvo vinculada a la muerte de Trujillo a través del señor Gianni Vicini, Donald Read Cabral y Ángel Severo Cabral entre otros, eso es verdad, sin embargo, es una verdad parcialmente dicha.

En efecto, fruto de esa colaboración la embajada americana llegó a entregar dos fusiles, sin embargo, el fracaso de la Bahía de Cochinos en Cuba los disuadió y convirtió en impertinente el Plan Altagracia, que fue como le llamaron en clave al plan que integraran junto a los oligarcas, conforme comprobara Bernardo Vega. La decisión de retractarse fue tan determinante que llegaron incluso a requerir la devolución de las armas ya entregadas.
El General Juan Tomás Díaz, que en cierta medida fungía de puente entre los futuros héroes, los americanos y los oligarcas, comentó en presencia de Don Antonio de la Maza sobre la reversa del imperio y el hecho de que pedían la devolución de los fusiles, quien airado le respondió “dile que las vengan a buscar.”
Por su parte, el entonces teniente Amado García Guerrero, hoy general ascendido de manera póstuma, ante la información reaccionó airadamente preguntando: “¿Quién le dijo a ellos coño que nosotros los necesitamos para matar a Trujillo? Que se vayan a la mierda.”
Los testimonios aquí recogidos sucedieron en la casa de Salvador Estrella Sadhllá, en presencia de su esposa Doña Urania Mueses de Estrella y fueron recogidos por su hijo, el buen amigo Luis Salvador Estrella Mueses, quien los hiciera valer en su libro Salvador Estrella Sadahlá, del complot a la gloria. Es la versión en la que creo.
Queda claro pues que, si bien es cierto que los que finalmente terminaron matando a Trujillo llegaron a tener contacto con los americanos, también es cierto que éstos marcaron distancia del propósito por temor a que fuera replicada en la República Dominicana una versión parecida a la cubana, junto con ellos también terminaron marcando distancia sus aliados oligárquicos del patio que a fin de cuentas no fueron ni siquiera interrogados como sospechosos, lo que no le quita valor a su abortada disposición, independientemente de las razones que los inspiraran.
Debe pues quedarnos claro que al fin y al cabo, lo único que llegó a la autopista el 30 de mayo de 1961 fue el arrojo irreductible de nuestros héroes, que el imperio, como de costumbre, se durmió plácidamente en los brazos de lo conveniente.