El Lunes Santo es el segundo día de la Semana Santa y marca el inicio de la semana litúrgica más sagrada para los cristianos. Durante este día, se recuerda el momento en el que Jesús, al regresar a Jerusalén después de pasar la noche en Betania, realizó un acto de purificación en el Templo.
Según los relatos bíblicos, Jesús llegó al Templo y encontró que estaba siendo utilizado como un mercado, donde los vendedores estaban comerciando con animales para los sacrificios y los cambistas estaban realizando transacciones monetarias. En un acto de indignación y autoridad, Jesús expulsó a los vendedores y volcó las mesas de los cambistas, proclamando: «Mi casa será llamada casa de oración, pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones».
Este episodio es significativo porque muestra la preocupación de Jesús por la pureza del culto y su rechazo a cualquier forma de explotación o corrupción en el nombre de la religión. Jesús enfatizó la importancia de un corazón puro y una adoración sincera, por encima de las prácticas rituales vacías.
El Lunes Santo nos invita a reflexionar sobre nuestra propia relación con la fe y la religión. Nos recuerda la importancia de mantener la integridad espiritual y moral en todas nuestras acciones, así como la necesidad de buscar la verdadera adoración y conexión con lo divino.
Además, este día también nos desafía a examinar nuestras propias actitudes hacia el dinero, el poder y la autoridad, recordándonos que el seguimiento de Jesús implica un compromiso con la justicia, la compasión y el servicio desinteresado.
En resumen, el Lunes Santo nos invita a reflexionar sobre la pureza de nuestras intenciones y acciones, y a renovar nuestro compromiso con una fe que se manifieste en amor y justicia hacia los demás.